domingo, 11 de agosto de 2013

¿Se aprende o se nace homosexual?’


 Por Maruchi R. de Elmúdesi

Los tiempos en que estamos viviendo se parecen mucho al tiempo que vivió Jesús entre nosotros. El pluralismo, la falta de fe, la falta de respeto por el otro; hoy, además, tenemos tantas familias por la epidemia del divorcio entre parejas que se casaron con ilusión y los cantos de sirena del mundo les apagaron el ¿amor? que se tenían. 
El egoísmo, el hedonismo, el materialismo, el individualismo... Tenemos que retomar el mensaje de Jesús, que vino al mundo a hacer el bien. 
Nunca pensé que estos artículos sobre la homosexualidad tendrían tanto interés en la gente. Tanta confusión en el ambiente ha logrado que muchos se interesen. Y pensar que ese Primer Congreso que fue organizado por la Pastoral Juvenil de nuestra iglesia, de ya hace 18 años, tiene mucha “tela donde cortar”. 
Hemos dicho que la homosexualidad se va construyendo poco a poco por una serie de circunstancias del propio ambiente que ya es propicio para ver todo normal. Ya “nada es verdad ni es mentira, solo es del color del cristal con que se mira”. Y es que es más fácil dejarse llevar por el ambiente que ir contracorriente, defendiendo nuestros criterios humanos y cristianos.
Sigmund Freud defendía la postura de que el lesbianismo y la homosexualidad eran prácticas sexuales desviadas, pero no necesariamente neuróticas; la explicación del fenómeno radicaba en la resolución del complejo de Edipo.
Las enseñanzas que se encuentran en el “Catecismo de la Iglesia católica” son el mejor resumen de la doctrina en materia de homosexualidad: “La homosexualidad designa las relaciones entre hombres y mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en las Sagradas Escrituras que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rom 1, 24-27; 1 Cor 6, 10; 1 Tim 1, 10), la tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’. 
Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (“Catecismo de la Iglesia católica N.82357). “Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” (Idem No. 2359).

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